La auto-comprensión en terapia, es una herramienta necesaria para nuestra evolución emocional.

Por este motivo, entender nuestras experiencias familiares tempranas, supone poder profundizar en  nuestro manejo disfuncional adulto en el presente.

Es en el seno familiar infantil donde tienen lugar nuestras primeras experiencias sociales. El bebé que va tomando conciencia de un “nosotros” en el que existe algo más que el “yo”, comienza a advertir la realidad a través de sus figuras de cuidado, independientemente del  lazo familiar, que les una. De manera innata, el infante explora su mundo pudiendo acudir a esta figura si se siente en peligro.

Mediante la relación que se establece con éstas, el niño descubre su mundo, va conformando una visión de la realidad, de las normas socio-familiares y comienza a regular sus afectos en este aprendizaje. Estas experiencias tempranas son fundamentales en el desarrollo psicológico del adulto (J. Bowlby,1907). De esta manera, los vínculos que se establecen durante esta última etapa, están estrechamente relacionados, con los establecidos en los primeros años de vida.

Para que podamos entender los tipos de apego que existen y su repercusión en la vida adulta, acudo a describirlos citando a M. Ainsworth. Esta autora describía los cuatro tipos que siguen a continuación:

  • Apego seguro: El niño se muestra tranquilo y a salvo junto a la figura de cuidados ya que ésta se encuentra disponible y atenta a sus necesidades. El adulto le permite que explore, que experimente, falle y acierte, ya que en cualquier caso estará ahí para sostenerle. Estar juntos resulta agradable y la separación es incómoda. Cuando son adultos, estas personas suelen desarrollarse de manera autónoma, sin experimentar angustias por la ausencia de la figura de apego (pudiendo ser ésta también una pareja) y al mismo tiempo habiéndose establecido unos vínculos afectivos saludables, no dependientes. El adulto tiene la confianza de poder lanzarse al mundo con seguridad sin necesitar muletas.

 

  • Apego inseguroevitativo: La figura de cuidados que promueve este tipo de apego suele mostrarse poco empática y sensible a las necesidades del niño, de modo que éste aprende que no se encuentra disponible para ellas. El niño aprende a defenderse con evitación, mostrando comportamientos de rechazo y aparente distanciamiento emocional. Cuando son adultos se muestran excesivamente independientes y distantes en la intimidad, o bien muestran una elevada desconfianza por miedo a ser heridos.

 

  • Apego inseguro-ambivalente: La figura de cuidado oscila entre la accesibilidad, la excesiva emocionalidad y el desapego, por esto motivo, las expectativas del niño son de abandono o daño, se sienten inseguros y vigilantes. Los niños no saben a qué atenerse con el adulto, en consecuencia viven la incertidumbre con mucha inseguridad. En el futuro serán adultos iracundos, inseguros, ansiosos, con grandes miedos para afrontar situaciones y adaptarse a los cambios.

 

  • Apego desorganizado: La figura cuidadora desatiende al niño, no intercambia afectos con él y puede ser incluso negligente. Representa una amenaza. Necesita protección pero éste solo puede tenerla de la figura que infringe el daño, lo que le desconcierta  y asusta. Los adultos con apego desorganizado muestran una actitud contradictoria con las personas con las que mantienen relaciones, ya que tienden a necesitar a los demás como medio para sentirse afectivamente cercanos a alguien, pero al mismo tiempo sienten miedo a ser dañados. Estos adultos presentan multitud de problemas emocionales y conductuales, la visión de sí mismos está muy dañada y  tiene una mayor correlación con trastorno límite de la personalidad o histriónico.

 

El tipo de apego que adquirimos está muy condicionado con el que a su vez  desarrollaron nuestras figuras de cuidado.  No siempre tener un apego inseguro provoca problemas emocionales o psicológicos graves pero sin duda muchos de ellos cuando aparecen están relacionados.

Como padres, es muy importante revisar qué tipo de relación se está estableciendo con los hijos. Como adulto que busca cerrar heridas que le ayuden a tener una vida emocional saludable, es recomendable profundizar en este tipo de relaciones familiares.

No hay herida que cierre bien sin cuidarla.

 

Yaiza Cabrera Barragán.